jueves, 9 de julio de 2009

Capítulo III: Confusiones.

Nuevamente, los gritos de su madre la despertaron. Narcisa se removió en su cama y un dolor agudo se acentuó en sus sienes, obligándola a llevar sus finos dedos hacia su frente. Una mueca de dolor se cruzó en su perfecto rostro.

Un ruido, unido a los gritos desaforados, le indicó que su blanca puerta se abriría pronto. La perilla dorada que la adornaba giró, y el suplicio de la chica hizo aparición en su alcoba.

-¡¿Por qué no estás lista?! –rugió Justine Montsuri, salida de sus órbitas. Sus maduras manos se encontraban sujetas al picaporte, más pálidas de lo normal a causa de la fuerza que se encontraba ejerciendo.

Su hija la miró por unos segundos, hasta que dijo: -Disculpa, madre… ¿lista para qué, exactamente?

Los ojos de su progenitora la miraron inquisidoramente unos segundos, y luego bramó: -¡Debemos ir a buscar a tu hermana al aeropuerto! –acto seguido, la puerta se cerró, haciendo retumbar sus blanquecinas paredes y acrecentando el dolor de la castaña.

Narcisa suspiró. "Odio mi vida, odio mi vida.” Repetía mientras se ponía su vestido rosa corto, el cual realzaba sus bellas curvas. ”¿Por qué debo ir yo? Esa maldita zorra jamás me tuvo en cuenta… ¡jamás! ¡Odio a mi familia!” Una perlada lágrima se escapó de sus esmeraldinos ojos.

Se miró al espejo. Hermosa, como siempre. Jamás tendría una sola imperfección, nunca. Su piel pálida era tersa; sus ojos grandes mientras una mirada penetrante lograba hacerlos aún más cautivadores; su cabello largo y castaño; sus labios rosados y carnosos; y su cuerpo, lo cual era lo más escultural de la familia Montsuri, siempre había estado en perfectas condiciones.

-¡No me obligues a subir! –su madre, desde el piso de abajo, aún se hacía notar.

Más lágrimas cayeron de sus ojos y bañaron sus mejillas límpidas. ”¿Por qué? ¿Por qué a mí?

Bajó. Las paredes de color crema que adornaban su pasillo fueron testigos de su tristeza.



El camino hacia el aeropuerto fue tranquilo, al menos su madre no había vuelto a dirigirle la palabra. Se dedicó los cuarenta y cinco minutos de viaje a mirar por la ventanilla, pero siempre veía lo mismo: nada. Para ella era sólo una mancha más, del mismo verdor absoluto y el cielo gris, como siempre. Detestaba los días nublados, puesto que le recordaban el día que su padre falleció.

”Papá… ¿dónde estás?” Se preguntó a sí misma, enjuagándose una lágrima que se atrevió a escapar de la comisura de sus ojos.

Sintió el vehículo estacionarse y, sin esperar que el chofer le abriese como era la costumbre, se bajó y cerró de un portazo.

-¿Qué te sucede? –susurró su madre, mas ella lo escuchó.

Se volteó y sus tacones blancos resonaron en el asfalto. El estacionamiento se veía demasiado vacío, como su vida.

-Sólo quiero ir a esperar a Lilian –contestó en un tono inocente, totalmente fingido.

Su madre la fulminó con la mirada, aunque se quedó callada. ”¿Por qué ninguno de mis hijos salió como yo quería?" Se reprochó mientras observaba a su hija menor alejarse.



-Ya llegamos –anunció galante su marido, a medida que agarraba las maletas de ambos y las llevaba con caballerosidad.

Se encontraban en el aeropuerto de Seattle a punto de ver nuevamente a sus familias después de tres semanas de aislamiento.

Él la tomó de la cintura y ella rodeó sus ojos, aguantándose el asco que sentía. Fingió una blanca sonrisa perfecta y acarició la pálida mano de su marido. Un cosquilleo apareció en su estómago… ¿qué sucedía?

Nunca antes las paredes color crema de aquél aeropuerto le habían parecido tan frías, aún más que el clima lluvioso que se estaba desatando afuera. Sonrió al ver las gotas mojar la acera. Amaba la lluvia.

A la distancia, atisbaron varias cabezas de diferentes colores, que supieron que pertenecían a sus familiares. Él la besó en la mejilla y ella tragó para no insultarlo.

-¿Qué haces? –preguntó enojada por lo bajo.

-Finjo. ¿Algún problema? –las cejas de su marido se levantaron en señal de pregunta.

Ella sólo negó con un movimiento de su cabeza.

Al mirar hacia arriba adonde se encontraban sus familiares, sintió otro cosquilleo molesto al no ver a su hermano mayor. A decir verdad, ella no soportaba ni a su madre ni a su hermana menor. Las miró con recelo, mas luego dijo:

-Mamá, Narcisa… ¡las extrañé! –en un tono falso de cortesía y alegría. Estaba acostumbrada a fingir, era moneda corriente para ella.

Su madre arrugó su boca intentando sonreír, mientras su hermana lograba una perfecta mueca de felicidad.

-Lilian…

Algo de su castaña hermana no le gustó. No sabía si era su forma de sonreír o la manera tan pecaminosa en que miraba a su “adorado” esposo.


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Ella se retorcía bajo sus brazos. No podía creerlo. Por más que se dijo una y mil veces que no terminaría con él en un hotel, fue en vano tanta promesa.

Él la embestía con suavidad y dulzura. La tenía agarrada del muslo izquierdo mientras mantenía la pierna de la chica en alto, para penetrarla mejor.

-¡Cuánto te extrañé, Paulette! –gemía Chad en su oído.

La castaña revolvió su pelo rubio mientras él no le sacaba sus azulinos ojos de encima.

La cama de dos plazas con sábanas rojo pasión se removía bajo los movimientos de los amantes. Las paredes del mismo tono sudaban, al igual que ellos, mientras que la escasez de luz ambientaba perfectamente.

-Esto no está bien –susurró su prima en sus labios.

-¿Quién dice que no está bien amarte de la manera en que lo hago? –inquirió él, excitado por volver a tener al amor de su vida entre sus brazos. –No es nuestra culpa ser primos, Paulette.

Ella gimió y él le sonrió. Besó su boca con dulzura y acarició sus pechos con su mano libre.

-¿Y si me embarazo? –los ojos de la chica denotaban preocupación. -¿Qué haremos?

Chad siguió besándola y embistiéndola.

-Lo tendremos y nos casaremos –explicó, como si fuese lo más normal del mundo.

-Nos matarán… -su vista se abnegó en lágrimas.

El rubio comenzó a hacerle el amor aún más rápido y, luego de unos segundos, se desplomó en el pecho de su prima.

-¿Por qué tienes que ser mi primo? –preguntó Paulette con el rostro lleno de lágrimas. Se movió un poco más y ella también fue azotada por un orgasmo que la dejó quieta por unos segundos.

Chad se acomodó y besó su frente. –Aún así te amo… como prima, como amante, como hermana... te amo, y lo sabes –besó sus labios cortamente.

-¿Por qué?

-Deja de pensar en ello, mi amor –”Mi amor” Aquellas palabras retumbaron unos segundos en su mente.

Otra vez había sucumbido ante los exquisitos placeres de su primo, otra vez terminó en su cama, otra vez terminó en sus brazos… ¡Y por Dios que no se arrepentía!


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Miró a su cuñado. Cabello corto y castaño, ojos cafés, piel tersa y suave, nariz algo ancha y cuerpo escultural. Él nunca perdía su encanto irlandés, jamás.

Sintió los ojos del chico recorrer su cuerpo, y ella posó sus verdosos ojos sobre los de él. Sus miradas fueron dos choques eléctricos. Ambas recorrieron la piel de los chicos.

-Ben, ¡qué alegría verte! –exclamó ella con más entusiasmo del que a su hermana le hubiese gustado. Se acercó a él y le dio un ligero abrazo, mientras dejaba de lado a su hermana.

-Narcisa –dijo él en un tono calmo -, siempre es un placer. ¡Justine! –exclamó al ver a su suegra. Las saludó a ambas y, como ya era su costumbre, dejó de lado a su esposa.

-¡Qué alegría, querido! –comentaba la madre de su mujer mientras miraba de reojo a su hija del medio.

La rubia miraba ofuscada la patética escena que se montaba ante sus ojos. Era sabido que su madre no la quería, pero no hacía falta, según ella, que lo demostrase de aquella manera. Y su hermana… bueno, la castaña era un tema aparte.

El blanco piso del aeropuerto lograba que Lilian se reflejase en el mismo, sonriendo quedamente. Sus ojos color miel se encontraban vacíos mientras unas ojeras carbónicas se dibujaban con gracia bajo los mismos. Su cabello estaba algo revuelto y su cuerpo cansado. Y sólo eran los primeros días de matrimonio.

Miró a su alrededor. ¿Acaso alguna de las personas que estaban allí repararon en ella o en la inmensa tristeza que la invadía? No. Ellos eran “ciegos”, ausentes de la agonía que la invadía.
¿Existiría para ella el amor verdadero? Era una pregunta que se había cansado de formularse.

-¡Ben! –Exclamó un pequeña chica de ojos color miel y cabello negro -¡Primo, cuánto te extrañé!


El castaño dirigió sus ojos cafés hacia su pequeña prima y la atrapó en un abrazo. -¿Cómo has estado, Marian?

Ella se despegó de él y una perfecta sonrisa blanca se dibujó en su trigueño rostro. –Bien… la Universidad me tiene como loca…

Comenzaron a hablar sin percatarse de que una tercera los observaba. ¿No sentían en sus pieles penetrarse aquella mirada?

Los ojos esmeraldinos de cierta castaña estaban posados en un par de primos felices. ¿Acaso era posible describir lo que sintió en ese momento? Sí, su cuñado era exquisitamente hermoso, pero esa pequeña que se encontraba a su lado logró encender algo en su interior.

¿Amor? No creía en el amor a primera vista. ¿Necesidad? Puede ser. ¿Deseo? Estás cerca. ¿Lujuria? Diste en el blanco.

Jamás había experimentado algo de este calibre, pero así se sentía. Su mirada inquisidora seguía los alegres movimientos de la chica que respondía al nombre “Marian.” Sus ojos miel, los cuales estaban llenos de vida e inocencia; su cabello negro, el cual era largo y de una lacio más que perfecto, bamboleaba a medida que su provocaba mohines con su rostro. Su estómago se hizo un nudo, y su mente sólo repetía: ”Debe ser mía, debe ser mía…”

Un hilo plateado helado recorrió su espalda. ”¿Qué te sucede, Narcisa?” Ningún otro hombre la había puesto de aquella manera.


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-¡Detesto que sea siempre lo mismo! –Bramó la Señora Sparklesly a los gritos -¿Por qué haces eso?


-¿Hacer qué? –preguntó inocentemente Ben.

-¿Por qué deslumbras a mi hermana y a mi madre? –sus ojos color miel estaban salidos de sus órbitas.

-¿Qué yo qué? –inquirió incrédulo. -¡Eres una ridícula!

-¡Tú lo sabes bien! ¡Siempre lo has sabido! Fue tu maldita táctica para ganarte a mi madre. ¡Te odio, Ben! ¡Vete de mi vida!

-¡Deja de ser tan histérica! –bramó él, mientras la tiraba contra la pared más cercana y apretaba su muñeca con fuerza, sin reparar en el daño que le estaba haciendo.

-¡Súeltma, idiota! ¡Te odio, te odio! -sus ojos se bañaron de lágrimas. Logró safarse de la mano de su esposo, aunque, realmente, le costó bastante. Él la tenía agarrada con mucha fuerza.

Al soltarse miró su muñeca. Ésta poseía una marca roja a causa de la fuerza que había empleado su marido.

Se encontraban en su apartamento. “Uno de los más caros”, se encargó de recordarle su madre. Ése era uno de sus regalos: un apartamento de lujo, con paredes color crema, con suelos blancos relucientes, con luces tenues y hermosas. Pero ella sólo podía percibir la congoja que le transmitía aquél lugar.

Entró a su habitación hecha un remolino, y se recostó boca en su enorme y blanca cama. Comenzó a llorar a los gritos y su esposo se acercó adonde ella estaba.

-¡Yo también te odio, querida! ¿Acaso podremos tener un maldito momento de paz? –preguntó ahogando los chillidos de la rubia.

Al entrar, empujó la puerta de cedro lustrado que daba acceso a la habitación. Ésta chocó contra la pared, provocando un ruido seco.

-Por favor, Ben… sólo vete, te lo ruego –suplicó en voz baja mientras corría su rostro de manera que pudiera respirar. –Quiero estar sola…

Sus mejillas se hundieron en la mullida almohada y sus lágrimas la bañaron.
Sintió unas manos acariciarle la espalda y adentrarse en su blusa. Ahogó un grito en su garganta y volteó.


Al hacerlo, se encontró con su marido a unos centímetros. Los labios de él se encontraban demasiado cerca. Ben miró la boca rojiza de su esposa y la deseó… jamás la había deseado de aquella manera, ni cuando eran niños.

Se acercó despacio y, sin pensarlo, posó suavemente sus labios sobre los de ella. No hizo más, sólo posarlos.

Ella no se movió. Estaba demasiado asombrada, él jamás la había besado. Jamás.

-¿Qué haces? –preguntó al separarse de aquél contacto.

Se recostó sobre su almohada y, nuevamente, se hundió en ella. El edredón blanco había quedado manchado con unas pequeñas marquitas negras a causa de su reciente llanto. Poco le importó.

Nuevamente, la besó. Esta vez más dulce, sentía como si la fuese a romper. Sus labios la recorrían despacio, mas ella no le respondía.

Comenzó a apartarlo, pero fue en vano. La boca de su esposo la estaba tomando sin permiso, con dulzura y necesidad.

Se dejó vencer. ”Sólo es un beso.” Pensó, con angustia.

Él sintió la victoria al percibir que ella le devolvía delicadamente cada uno de los besos, aún más deliciosos de lo que alguna vez imaginó. La lengua de su mujer exploraba su cavidad a medida que él también lo hacía.

Posó sus manos en su cintura y la pegó aún más a él con ternura.

-Tú no eres así –susurró ella en sus labios, con los ojos aún cerrados.

-Hay mucho de mí que no conoces –confesó Ben en su oído.

-¿Por qué? –preguntó ella entre besos.

-¿Por qué, qué? –repitió él a medida que besaba sus blanquecinas mejillas.

-¿Por qué eres así de embustero?

Él se alejó y le sonrió. –Soy de lo peor… no lo olvides –volvió a besarla -. No veo el momento en el que sucumbas en mis brazos.

Lilian se carcajeó. -¡Jamás sucederá, querido! –ironizó.

Él rió por lo bajo, y agregó: -No lo creo… mira cómo te has dejado besar hoy –volvió a hacerlo -. ¿Ves? Eres de cartón.

Ella lo abofeteó. –Te odio…

Él la miró con recelo unos segundos y le sonrió. Se acercó nuevamente, pero no pudo besarla ya que ella volvió a golpearlo.

-¿Eres masoquista? –inquirió ella algo divertida.

Él sonrió y otra vez se acercó con cautela, mas otra cachetada lo frenó.

3 comentarios:

  1. Wooww lluvia, no me puedo creer todo lo que ha pasado en este capitulo, todos realmente estan muy inconformes con sus vidas... pero ben...
    Xq ben es asi, xq no simplemente pone lo mejor de si. estoy angustiada por ellos.
    Y paulette... jajaja sin palabras =)
    Ccontinua asi querida amiga!!
    un beso, bye

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  2. Lluvia!!! Amiga de mi corazón! :D

    Wow, Bel... es increible el talento que tenés, no me canso de decírtelo.
    Una historia genial...
    Justine es una arpía, pobre de las hijas con una madre así... y pobre Lilian, debe estar viviendo un infierno...
    En cuanto a la relación de Chad y Paulette, yo creo que si se quieren está bien... puede ser un poco chocante que sean primos, pero si hay amor...

    Aiss Bel... sos maravillosa... :)
    Todo mi apoyo y estoy acá leyendote ;)

    TE AMO!! Mica (NessieCullen)

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  3. Lluvia! Que lindo está quedando todo!
    El drama es perfecto...
    Aunque no me gustaría ser Lilian. Jejeje :D

    Besos!! TE AMO!!

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